Mirar para ver

sages scientists

Complemento a la intervención de Raquel Cachafeiro en el panel «Emotions&Wellbeing»

Sages&Scientist Mallorca, octubre 2024

Chopra Foundation, Sadhana Works

 

Mirar para ver

Para quitar el velo que me permitió mirar para ver ha sido necesario entrelazar dos caminos: La observación científica, pautada y con método y la calma interior que aporta la meditación.

 Creé el Método Mirada Consciente como una forma de observación contemplativa que suma las virtudes de una mirada objetiva con el trabajo interior. Este ejercicio sirve para alcanzar la excelencia, o al menos la mejora en el uso de las capacidades del observador.

 Hay caras en los árboles, es un hecho botánico que debería tener su espacio en los libros de texto para alegrar a los niños las largas horas de estudio. Hay caras en los árboles, sí, parecen duendes. También hay caras o figuras vegetales en iglesias, catedrales, en pinturas y son llamadas hombres verdes en la tradición anglosajona. También hay mujeres hoja.

Es un conocimiento misterioso y curiosamente oculto por estar demasiado expuesto.  Algo que a través del arte antiguo ha estado y está presente en muchas tradiciones culturales y se sigue representando a lo largo de los siglos. En la creación más cercana tenemos a Hulk.

Yo me esforcé en mirar, pero aprendí a ver gracias a que me ayudaron a hacerlo adecuadamente. Y así sigo, por suerte, por lógica, gracias a dios y que no me falte…

¿Quién me ayudó?

Sin duda los duendes a los que también llamo Inteligencias y que me encontré aprendiendo a mirar para ver en las plantas.

El gusto de encontrarnos es mutuo. La emoción y el nervio también. Cada vez que hay un encuentro se revolucionan tres mundos, dos son el suyo y el mío. Mi alerta presencia en su mundo crea un efecto similar al que hace la piedra que cae en el lago en calma… ondas y ondas.

El tercer mundo está por nombrar, aunque ya está bellamente poblado y tiene un brillo encantador muy propio. Es el mundo que se crea con el encuentro entre ambos, el espacio tiempo que despierta ante el encuentro entre las Inteligencias Abiertas y los sentidos humanos… A ellos, los duendes, les libera y desencanta, a las personas nos encanta.

Vamos, que vivimos en medio de los duendes que parece que nos miran desde los árboles, con sus “retratos” en profusión y a gran escala. Yo soy testigo de ello, no me lo invento.

 No es un cuento chino ni un cuento de hadas para engañar a los niños.

 No me los encontré por casualidad, mi método de observación pautada y la ayuda de estos seres inteligentes me llevó a este y muchos otros descubrimientos que son sorprendentes, divertidos y prácticos. Si cooperamos de inteligencia a inteligencia podemos resolver una parte de la crisis eco social en la que nos encontramos. Podemos cocrear soluciones.

 

En el año 2000 publicamos El libro de caras de árboles.  Un compendio de casi 100 fotografías que recogen este hecho fascinante, los árboles más queridos y observados crean más caras…al menos sucede esto con mucha frecuencia. Después de dos o tres años de hacer observación contemplativa se dejan ver y nos plantan cara.

¿Se asoman a mirarnos también?

¿Intentan hablar nuestro lenguaje imitando la parte más expresiva de nuestra anatomía que es la cara?

En cualquier caso, hay respuesta del árbol que es contemplado, hay un mensaje de vuelta hacia el observador y se abre un sistema de comunicación… que seguimos revelando con tenaz y pautada observación.

El libro de caras es un verdadero caso de “WoW” que nació en el seno de la Escuela de Naturaleza que creamos y donde yo enseñaba Observación de la Naturaleza.

Fueron años maravillosos en los que exploramos un auténtico diálogo de Ser a Ser, de inteligencia a inteligencia, con los árboles.

Francesca Zúñiga, cocreadora de esta iniciativa en la preciosa finca La Chopera unió también su pasión por acercar el yoga a la gente de ciudad. Y así seguimos haciendo el puente entre mundos.

 

Es tarde para salvar el planeta si no tenemos en cuenta a los árboles y plantas como actores inteligentes, como seres vivos de verdad. Seguimos tratándolos como a objetos que crecen.

Siempre me ha fascinado lo que ocurre en el entorno de una rosa contemplada por una persona a la que le gustan o le encantan las rosas. Ahí es obvio que se mueve un flujo de energía especial, pasa algo que hace que el entorno despierte.

Hace ya varias décadas que decidí dedicar mi vida y esfuerzos a nombrar este fenómeno.

Me dedico a investigar el campo de la relación entre las plantas y los seres humanos, ese espacio tiempo existe, es vibrante y se manifiesta con unas características especiales.

Siempre deseo visitar los jardines y huertas de los que me hablan sus moradores humanos con cariño. Es fascinante ver los sutiles cambios en morfología y los dinamismos que se producen.

Mi campo de investigación es el espacio tiempo donde se encuentran la mirada de aprecio de una persona y la expresión de una rosa. Es fascinante.

En la primera fase de mi trabajo de observación pautado y ordenado dediqué 12 años a la observación silenciosa de las plantas.

Lo más difícil era mirar para ver. Casi siempre pensamos lo que miramos y entonces no vemos.

Ver la rosa sin etiquetas ni prejuicios, ni siquiera nombres, siempre mirada por primera vez.

La disciplina de esta práctica exige hacer un tiempo de contemplación en estado neutro. Después no se debe volver a pensar sobre ello. El ejercicio se entrega y se silencia, el resultado crecerá dentro.

Lo mejor es tomar un ritmo diario y dedicar el tiempo necesario, aprendemos a saber cuánto.

Mirar para ver es un acto de paz y de generosidad para uno mismo y también para la naturaleza, pero no es fácil. Estamos habituados a una mirada de barrido, comprobando que todo está como “creemos” que debe de estar.

Mi apreciación es que usamos muy mal los sentidos y esto nos entristece. Nos aburrimos con una realidad que se parece demasiado a lo que esperamos que nos muestre. Sin embargo, hay mucha verdad oculta a nuestro alrededor y en nosotros mismos si establecemos la relación adecuada.

Perdemos una oportunidad de oro mil veces al día, miles de oportunidades perdidas cada día y al final vamos a dormir agotados porque hemos desperdiciado talentos y tiempo.

Nuestra dotación sensorial pesa como una mochila cargada de cachivaches que no usamos.

No hacemos honor al poder de nuestro sistema sensorial. No miramos para ver ni escuchamos para oír ni olfateamos para recibir información verdadera. Practicamos el auto-secuestro que nos lleva a vivir con el síndrome de Estocolmo, nos creemos nuestro personaje y nos enamorados del mismo plan que nos hace daño. Mientras tanto un poderoso sistema de sentidos y de talentos se desgasta y desactiva por falta de uso.

La culpa la tiene una cláusula de obligado cumplimiento no escrita en ninguna parte que dice que no te salgas de los límites de tu cultura.

Esta es la revolución para la que ha hecho falta usar una receta: Mezclar de forma adecuada la meditación o estado de flujo o estado Zen con la mirada más neutra, pulcra y científica para  observar y tomar datos a la manera del  modelo científico. Unir la meditación en su estado más puro venida de oriente y la bellísima neutralidad del método científico. Ciencia con rigor anímico. Actitud serena con voluntad de que sirva para aprender mejor.

La consecuencia de esta bella práctica es que pasamos a ser interesantes para los seres inteligentes de las plantas y ¡agárrense!, viene un salto evolutivo. ¡Ya era hora! ¿Quién quiere quedarse parado como la piedra de un muro?

Y ahora disfrutemos, aquí está a grandes rasgos la voz de los árboles y plantas a las que observé durante años con tenacidad, lo resumo en 7 frases por conveniencia para este artículo:

1.- Para qué nos miras tanto, si no nos quieres ver….

Después de varios días de observación intensa, sola o con cada uno de los distintos grupos de clases, un duende me habló así.

Es tan claro y contundente como suena. Me sentó muy mal, me enfadé y les grité que eran unos “descarados” y que ni siquiera existían.

Mi enfado fue tan físico o tan “soma” (una respuesta del cuerpo no calculada) que me empapé de sudor.

¡Este es el sudor previsto!, puede que sí, ya indagaremos.

Sucedió en la fase que llamo Evocación, en este caso en un entresueño, el estado llamado Theta.

La respuesta estaba pendiente en mi cerebro entrenado para pasarme a revisión aspectos que me hayan podido pasar desapercibidos y que tienen un nivel intenso o interesante.

Hice la observación contemplativa mirando al árbol para ver lo que veo y observándome a la vez. Cuando me veo al mirar para ver puedo además corregir el uso de mi atención y de mi energía.

Horas de observación contemplativa, trabajo de integración, entrega… y ¡de pronto! de entre la memoria de lo visto un duende se encara conmigo: ¿Para qué nos miras tanto si no nos quieres ver?

 

Pero cómo te atreves a meterte así en mi mundo y a hablarme de esa manera si… Si, si -temblé y me empañé de rabia y de sudor-

Si ni siquiera existes -pude terminar la frase- incoherente pero completa. Si no existe ¿por qué me enfada y por qué le contesto?

Porque, para que lo sepas, soy una observadora rigurosa que práctica un método, no busco duendes, no necesito que existan ni que me muestren formas antropomórficas. ¿O sí?

Creí que no. Sólo quería demostrar que cuando hay deleite al contemplar a las plantas se genera una energía especial que es aprovechable… Yo veía luces de colores como bolas que salían de ciertos árboles cuando pasaban ciertas personas cuando era muy pequeña. Y me da gozo verlo y recordarlo.

Pero llegar con un método de observación a fotografiar duendes es peligroso, alguien puede decir que está sacado de los cuentos, que cumple la tradición – la machacona tradición- que podría inspirarnos, pero sin embargo bajo la etiqueta de fantasía, de invención sin fundamento sirve sólo para entretener y para no dejarnos ver.

 ¿Y si lo cambiamos?

¿Podemos llamarlo el yoga de los árboles?

Es todo un ejercicio de corregir y mejorar la postura anímica y la respiración de los sentidos.

La mirada que no reconoce su propia respiración se asfixia.

Es un uso eficaz e inteligente de los sentidos… que además de beneficios nos abre un mundo fascinante.

Lo llamo observación contemplativa. Lo practico como una técnica para lograr la eficacia de los sentidos y la comodidad de la mente.

De acuerdo con mi práctica la mente no crea contenido, sólo busca el sitio adecuado al contenido nuevo y le da su lugar en mi mundo de experiencias. También supervisa la asociación de ideas, aquí, en la libertad para hacer asociaciones nuevas es donde nace la genialidad. La libertad de asociación es la fuente del ¡eureka!

La mente es una trabajadora fiel si le doy la formación y la información adecuada. Será una buena acróbata cuando aparezca un descubrimiento que traiga una gran novedad. Si o si ante lo muy nuevo hay que dar un salto.

A veces creemos que buscamos cosas nuevas, mejores, más eficaces o divertidas, pero ante las verdaderas novedades la reacción más común es el rechazo. Es una paradoja, buscamos el WoW, el efecto que nos impacte, pero a la vez nos defendemos y evitamos encontrarlo.

Mi mente saltó por los aires al recibir el desaire del duende. Sí, me permito llamarle así, pero me ha costado mucho trabajo llegar a este punto.

Lo he normalizado para la comodidad de mi mundo interior llamándole Inteligencia unas veces y llamándole otras veces duende. Y claro que los duendes son inteligentes.

¡Madre mía! Estoy aquí escribiendo sobre vosotros y ¡os echo tanto de menos! Hace tiempo que dije que quería hablar con vosotros más y no tanto de vosotros. Sí, espero que me escuchéis a través de mi reflexión o a través de aquellos que lleguen a leer o a escuchar mis palabras. Os echo de menos más de lo que quisiera. La distancia entre vuestro mundo y el mío no siempre se llena con el mundo nuevo compartido y mi alma solloza de pena, una vez más.

Me entreno para las olimpiadas entre los duendes y los humanos… pero sin meta reconocible.

¿Y por qué duende? Los rasgos de la cara del manzano coinciden demasiado con los dibujos de los duendes según la tradición como para ignorarlo.

De forma aséptica puedo decir que son caras, pero no significa nada más. Si lo dejo ahí no soy fiel a la realidad que yo vivo, aunque me acerque más a la aburrida realidad que las personas compartimos. No llegué ahí por casualidad, ni siquiera por mirar y mirar hasta 24 horas seguidas como parte de mi investigación.

Y sigo sin enterarme. Sigo teniendo que descubrir cómo es mi mundo interior, un lugar tan increíble… Y lo digo en serio… no en vano es el mayor atractivo para las hadas y para los duendes. Mi mundo interior es el mayor atractivo para hadas y duendes.

Estamos ante otra sima, el científico mira hacia afuera, crea etiquetas. El meditador mira hacia adentro. Dos simas, dos abismos sin meta.

No hay manera de conocer a las Inteligencias de las plantas si el dentro y fuera no se relacionan adecuadamente. Nos hacemos cosmovisiones de diseño para nada. Ambos mundos se quedan como estaban.

Lo más importante que puedo decir es que mis amigas plantas y árboles, especialmente el manzano me ha acompañado con ánimo, voluntad e inteligencia para descubrir una parte de mi propio mundo interior y he visto por momentos el mundo que podemos cocrear. La magia no es tan magia ni la ciencia tan ciencia sin conciencia de ser y seres biodiversos.

Yo me moría de pensar que después de tantos años de observación y esfuerzo por devolver a las plantas amigas su dignidad como seres vivos esta nueva verdad podría verse como una mera coincidencia o como una reminiscencia de culturas pasadas. La supuesta tradición no suficientemente elaborada cae como una cortina de cemento sobre la semilla de novedad. Sería como seguir en medio de una gran indigestión cultural, venga a rumiar algo que quedó sin digerir y otra vez estará repitiendo como el ajo.

Y ahora viene la contraparte agria de la pregunta incisiva: ¿Para qué nos miras tanto si no nos quieres ver? Dijo el duende.

Y dijo aquel señor:

¿Quieres decir que tengo que ir por ahí saludando a los árboles?

No, tampoco haces un besamanos con todas las personas que te encuentras por la calle.

Estamos entrenados para mirar y no ver a nuestros amigos los duendes o las inteligencias de los árboles. Creemos que es más adecuado y científico no ver lo que podría ser la magia de la naturaleza. Y sufrimos por ello la aburrida realidad. Seguimos creando una agria realidad que nos cuaja las ideas y aleja la fresca alegría de vivir.

Me atrevo a ser racional, lógica, científica, investigadora y a la vez no tener miedo a descubrir que los duendes existen, son inteligentes, crean alimento para nosotros y… No sé qué más, pero estoy dispuesta a trabajar y laborar en el mundo interior y en el exterior para descubrirlo.

Dejen de engañarse y de engañar a los niños. Los duendes sí existen, están en los árboles y en las plantas. Pueden cooperar con nosotros, pero no es fácil llegar, no es fácil mantener la comunicación y es todavía más difícil crear formas de colaborar. Tenemos más creencias que vivencias, aunque dejemos atrás tradiciones y religiones que supuestamente nos encadenaban seguimos no siendo libres para mirar, ver y cambiar hábitos, no sabemos hacerlo. Hay mucho poso que quitar.

Las caras que podemos llegar a ver en los árboles son como los retratos que colgamos en la pared. Pero el árbol está vivo. Duende y árbol tienen mucho más que contar.

Nos encadena nuestra forma de vivir sin dar a los sentidos su verdadero poder.

Ahora sé que si no tengo cuidado volvería con facilidad al punto de partida, la necedad de una forma de mirar para no ver está muy extendida y aquello que podría ser revolucionario recibirá mucho rechazo.

Llevará más tiempo y esfuerzo salir de aquí dignamente de lo que ha costado llegar

El mundo de los duendes no está cerca, pero está a punto. No está lejos, pero requiere esfuerzo llegar. Está al alcance de aquel que quiera tener su jardín del alma presentable. Les gusta el jardín interior de una persona más que a mí un buen hojaldre.

Si no están cuidados los sentidos no se asoman. Yo tampoco compro el hojaldre en una tienda con la puerta zarrapastrosa.

Me gusta decir que viajan en inteligencia. ¿Verdad que es una palabra que se parece a diligencia?

Pues tal cual. Lo que dicen es certero, como una flecha y sólo abundan si hay evolución. Si no, se apagan, o se largan, no sé.

No merodean, son diligentes. La comunicación no está hecha de paciencia, lo suyo es la eficacia de la transmisión.

Gracias duendes, gracias personas por vuestra compañía y atención. Yo seguiré moviéndome entre unos y otros porque me gusta la tarea y creo que puede ser de gran ayuda también para nuestro bello planeta ahora que tanto lo necesitamos.

Sí, lo sé, faltan frases.  Ahí van las seis que están pendientes. Ahondaremos en ellas en próximos artículos y en la exposición: Los duendes no existen, ven a verlos.

Frase 2.-

La verdadera naturaleza se esconde en los talentos que la persona no usa.

Desempolvar los talentos y avivar el sistema sensorial es inteligente. Practicar la meditación es eficaz para llegar a los talentos donde se esconde el poder del bosque. Pero si a la vez no se afinan los sentidos se creará un falso mundo o un mundo barrera. Es imprescindible asociar meditación y alerta sensorial exquisita y serena, lo llamo inteligencia sensorial, lo demás es pereza anímica.

Frase 3.-

Los seres mágicos nos miran desde los pliegues del tiempo. Muy literal. Hay más formas de identificar y medir el tiempo de flujo.

Frase 4.-

Venga, a dormir de pie, me dijo el descarado duende. Le grité:

¡Tú sabes lo incómodo que es eso!

Frase 5.-

Busca a la pequeña niña larva

Me gritaron los árboles para que le transmitiera su amor a la niña hermosísima que expandió su alma entre ellos mientras su cuerpo no se podía mover. La niña sólo gritaba. El mensaje me llegó en la forma de gritos de árbol.

Frase 6.-

En tu jardín del pensamiento nacerán flores

Esta anunciación ha guiado todo mi camino para limpiar de obstáculos emocionales la puerta del encuentro guiado por la lógica vital. ¿No es magia la palabra? ¿No parece magia la capacidad de hablar y de escuchar? Me sigue fascinando. Reivindico la capacidad de describir el encuentro con las inteligencias de las plantas como lógica vital porque no hacerlo es absurdo.

Debemos situarla al nivel de la lógica filosófica y de la lógica matemática. Se necesitan observadores valientes, bien dotados de osadía, neuronas y amor a la vida.

Frase 7.-

Con quince sentidos nos veremos mejor

Me dijeron a coro los cerezos del huerto.

No tuve rechazo ni reticencia ninguna. Mi mente volaba sobre un cerebro activado. Con una certera inspiración desplegué un sistema que me sentaba mejor. Curé la inflamación del sexto sentido y nombramos en coro los diez sentidos que me liberaban.

Nombre los quince sentidos como los sentidos que informan al pensamiento que son los cinco que conocemos, los cinco que conocemos, los sentidos que informan al sentimiento y los sentidos que impulsan el nacimiento del deseo y que por tanto mueven la voluntad.

El sentimiento nace de otras fuentes de información, también nace informado el deseo.

Así fue, de repente, tras décadas de pedirles que me mostraran porqué me fascinaban tanto y cómo hacían las cerezas. De repente, tras 40 años, sucedió. De repente.

Yo si busco a las musas. Y cuando llega el encuentro me llevo una sorpresa de mucho cuidado.

No mencionaría estas siete afirmaciones sin haber probado que es cierto lo que me indicaban y haber tenido resultados fructíferos siguiendo su novedad.

Gracias Inteligentes, aquí hay más. Hay mucho más y está al alcance de nuestros sentidos si aprendemos a revelar con acierto en el mundo interior lo que captamos fuera.

Es hora de decodificar en el bosque verde y en el bosque de las ideas lo que nos puede facilitar la comunicación y la cooperación de inteligencias biodiversas por el bien de cada uno y del planeta.

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